el escudo
El Escudo de armas de la República de Colombia es el emblema heráldico que representa al país, y que junto con la bandera y el himno nacional, tiene la categoría de símbolo patrio.[1]
El actual emblema y sus elementos constituyentes tienen sus orígenes en el escudo aprobado por medio de la ley 3 del 9 de mayo de 1834, siendo presidente de la República de la Nueva Granada el general Francisco de Paula Santander. Los colores y la disposición de los mismos fueron adoptados y reafirmados sucesivamente por varios decretos, particularmente los dictaminados el 17 de mayo de 1924 y 11 de enero de 1934. Finalmente el escudo es reglamentado por medio del decreto 3558 del 9 de noviembre de 1949, el cual además describe de manera puntual la reproducción de la mayoría de sus partes. El escudo vigente en la actualidad recoge tanto los elementos dictaminados en 1834 como los descritos en 1924 y 1949, con sus respectivas mejoras estéticas.
el himno
¡Oh gloria inmarcesible!
¡Oh júbilo inmortal!
¡En surcos de dolores
El bien germina ya.
Primera estrofa
Cesó la horrible noche
La libertad sublime
Derrama las auroras
De su invencible luz.
La humanidad entera,
Que entre cadenas gime,
Comprende las palabras
Del que murió en la cruz
Segunda estrofa
“Independencia” grita
El mundo americano:
Se baña en sangre de héroes
La tierra de Colón.
Pero este gran principio: “el rey no es soberano”
Resuena, Y los que sufren
Bendicen su pasión.
Tercera estrofa
Del Orinoco el cauce
Se colma de despojos,
De sangre y llanto un río Se mira allí correr.
En Bárbula no saben
Las almas ni los ojos
Si admiración o espanto
Sentir o padecer.
Cuarta estrofa
A orillas del Caribe
Hambriento un pueblo lucha Horrores prefiriendo
A pérfida salud.
!Oh, sí¡ de Cartagena
La abnegación es mucha,
Y escombros de la muerte
desprecian su virtud.
Quinta estrofa
De Boyacá en los campos
El genio de la gloria
Con cada espiga un héroe
invicto coronó.
Soldados sin coraza
Ganaron la victoria;
Su varonil aliento
De escudo les sirvió.
Sexta estrofa
Bolívar cruza el Ande
Que riega dos océanos
Espadas cual centellas
Fulguran en Junín.
Centauros indomables
Descienden a los llanos
Y empieza a presentirse
De la epopeya el fin.
Séptima estrofa
La trompa victoriosa
Que en Ayacucho truena
En cada triunfo crece
Su formidable son.
En su expansivo empuje
La libertad se estrena,
Del cielo Americano
Formando un pabellón.
La letra del himno está compuesta por un coro y once estrofas y fue escrita por el presidente Rafael Núñez, originalmente como una oda para celebrar la independencia de Cartagena.[2] La música fue compuesta por el italiano Oreste Síndici a instancias del actor José Domingo Torres, durante la presidencia de Rafael Núñez y presentada al público por primera vez el 11 de noviembre de 1887.[3] La canción adquirió gran popularidad y fue rápidamente adoptada, aunque de manera espontánea, como el himno nacional de Colombia.
Se oficializó a través de la ley 33 del 18 de octubre de 1920.[4] El músico José Rozo Contreras revisó las partituras y preparó las transcripciones para la banda sinfónica, la cual fue adoptada como versión oficial mediante el decreto 1963 del 4 de julio de 1946. El himno ha sido objeto de proyectos de reformas, extensamente representado en otras artes y se ha interpretado en diversas versiones.
la orquidea
La Orquídea Cattleya Trianae es una planta epífita
de hojas carnosas, oriunda de Colombia, de hermosas
flores. Fue escogida como flor nacional según un
concepto emitido por la Academia Colombiana de
Historia en 1936, aún cuando no ha sido consagrada
oficialmente por ley. Debe su nombre al jardinero
inglés Mr. W. Cattley, quien ocasionalmente la
cultivó y divulgó en Europa y al naturalista
colombiano José Jerónimo Triana.
Aunque no hay ningún decreto o
ley que la haya escogido como la flor nacional,
culturalmente así ha sido aceptada. Sin embargo,
está en peligro de extinción.
Es sabido que las Orquídeas Colombianas están
señaladas entre las más hermosas del mundo. La
estructura y los colores de la Cattleya Trianae son
de una extraordinaria belleza.
Maurice Maeterlinck escribió un
sorprendente libro titulado "La inteligencia de las
flores", en el que dice: "En las orquídeas
colombianas encontramos las manifestaciones más
perfectas y más armoniosas de la inteligencia
vegetal. En esas flores, atormentadas y extrañas, el
genio de la planta alcanza sus puntos extremos, y
viene a penetrar, con una llama insólita, la pared
que separa los reinos". Tal vez refiriéndose a
ciertas orquídeas que toman la apariencia de
insectos, e inclusive exhalan su olor sexual, con el
fin de atraer a un polinizador.
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